MOJADO - Reseña - Mayo de 2013

Hacia 2009 y Diego Accorsi mediante -el hombre se hizo cargo durante años de la página oficial de Robin Wood- , comencé a colaborar con robinwoodcomics.org. Una muy linda experiencia que me permitió escribir reseñas acerca de varios personajes del gran guionista argentoparaguayo, bajo una saludable presión de fechas de entrega. Como es lógico, mi sección se llamaba "Sus Personajes".

Iré compartiendo aquí de a poco ese material.


MOJADO


(Reseña de Ariel Avilez)




Inesperada fue la irrupción de Mojado en las páginas de El Tony, allá a principios de 1984. Inesperada pero impagable por lo novedosa, por lo impactante, por lo profunda. Este aparentemente inocente experimento de Robin Wood y Carlos Vogt para demostrar lo bien que podían funcionar también tocando cuerdas dramáticas, se terminó convirtiendo en una de las series más comprometidas de entre las publicadas hasta entonces. El protagonista es un niño huérfano sin demasiadas luces, eternamente ignorado y vapuleado por la sociedad; un sobreviviente cabal en un submundo marginal que carece –además de las cosas más básicas- de cualquier oportunidad de superación personal; un quijotesco luchador que se niega a renunciar a su humanidad pese a los incesantes cachetazos que recibe por parte de la realidad. Y así le va.

El Niño

La historia del niño sin nombre comienza en el más miserable de los pueblitos rurales de México. Tiene padre, madre y hermanos, y todos comparten el hambre y la desgracia crónica de perder cosecha tras cosecha debido a implacables e interminables sequías. Pero como no hay mal que dure cien años, las desgracias de la familia del niño culminan la noche en que uno de los terremotos más feroces de los que se tenga memoria acaba con la vida de todo el grupo; o casi, porque el niño y su perro sobreviven.
Huyendo de la zona del desastre, de la impiedad de los políticos de la ciudad que intentan apoderarse de la ayuda que llega para lo que queda de su pueblo, y de la poco atractiva idea de ir a parar a un orfanato, el niño comienza inconscientemente a marchar hacia el norte, hacia la frontera con los Estados Unidos. En el camino envejece varios años en pocos meses al comprobar lo poco fiables que resultan sus congéneres, capaces de matar o hacerse matar por poca cosa: por una porción de poder, por un amor no correspondido, por unas monedas, por una mala mirada. Aprende a valorar las pequeñas cosas, un rincón cálido donde dormir, un bocado que le mate el hambre, la inusual mano amiga del prójimo, a la que se aferra con lealtad y desesperación siempre que se presenta la oportunidad.
Y mientras se acerca a la frontera, vende flores, cuida un cementerio, se emplea como lavacopas. Evita los falsos atajos que constantemente le ofrece la delincuencia; se niega a robar, a vender y consumir drogas, a estafar. No obstante eso –o tal vez por eso mismo- se gana la simpatía y la confianza de todo aquel que lo trata, incluso la de quien será su primer gran amigo, Hipólito, en principio su enemigo, un joven de su edad que está dando sus primeros pasos como orgulloso jefe de una pandilla fronteriza que se dedica a perpetrar robos y aprietes a baja pero redituable escala.
Es Hipólito justamente el que regala al niño un nombre, ‘Mojado’ lo llama, adivina su futuro de inmigrante ilegal en el gran país del norte, lo imagina mojando su trasero al cruzar el Río Grande que separa México de EE.UU., uniendo su destino al de tanto wetback que intenta cambiar de suerte ingresando al sueño americano por la puerta de atrás.

Mojado

Mojado crece sano, incorruptible y dispuesto a morir en su ley, mechando períodos de carencia total con otros de digna pobreza. En el ínterin descubre un inquietante don: no son pocas las veces en las que se ha visto envuelto en situaciones violentas donde no le ha quedado otra que liarse a puñetazos con otros, e inevitablemente sus prodigiosos puños lo han sacado victorioso del enredo; y en todas las ocasiones, una furia incontenible –mezclada con un extraño júbilo- se ha apoderado de él hasta convertirlo en otro. Haciendo tareas de limpieza en un gimnasio, comienza a sacarle provecho a su don adquiriendo los más básicos rudimentos del boxeo.
Lastimosamente, su educación pugilística se ve interrumpida cuando la perezosa justicia fronteriza lo envía a la cárcel tras hallarlo en la escena de un crimen que él no cometió. Los meses en prisión son peligrosos e intensos y terminan de curtirlo. Al poco tiempo de salir libre de culpa y cargo, decide emprender la aventura tanto tiempo postergada y cruzar la frontera.
El viaje no resulta sencillo y aquí y allá se topa con quienes lucran con la desesperación de los que huyen, ladrones, asesinos, policías venales; la corrupción en todo su esplendor.
Salvando mil obstáculos, se instala como ilegal en la poco promisoria tierra prometida, consigue inestables empleos, un par de nuevos amigos –el Cholo y el Gordo- y hasta una inexplicable novia, Sandra Rhodes, bellísima modelo en imparable ascenso al estrellato. Y mientras casi al descuido cambia la vida de todos los que lo rodean, decide que su futuro está en el box y es por eso que pone su carrera en manos del famoso ex boxeador Nazario Benitez (a) Isabelito, un cubano recio e inflexible que ve el enorme potencial de Mojado y se dispone a no desperdiciarlo.
En poco tiempo, Mojado se destaca en los rings amateurs y se hace acreedor al primero de sus títulos tras ganar el “Torneo del Hombre-Duro”, una serie de combates irregulares en los que todas las técnicas están permitidas.
Tras la trágica muerte de su amigo Cholo y su separación –por orgullo- de la exitosísima Sandra Rhodes -ahora conductora de TV- Mojado se juega el todo por el todo, consigue regularizar su situación de inmigrante ilegal y, de la mano de Isabelito, se mete de lleno en el box profesional. Para ambas cosas, el ex niño sin nombre necesita uno, y es su entrenador cubano el que se lo provee: Juan Mojado.

Juan Mojado

Instalado en California, pocas peleas le bastan a Mojado para captar la atención de todo el mundo boxístico. Sus puños de acero y su determinación animal combinados con la exquisita técnica aprendida de Isabelito, no tardan en elevarlo al podio de los favoritos cuando logra el título mundial de la WBA y manifiesta su deseo de unificar en su persona los tres principales títulos existentes.
Su vida privada, sin embargo, se empeña como de costumbre en proporcionarle momentos agridulces en los que no son pocas las veces en las que las notas agrias prevalecen por sobre las dulces: Sandra Rhodes, su ex, muere en sus brazos tras un ajuste de cuentas de la mafia; Hipólito, su amigo de toda la vida, ahora devenido en Rey de la Droga en California, sobrevive a decenas de bandas rivales para caer, finalmente, baleado por un marido celoso; su nueva novia, la maestra Jill Bailey, tira por la borda el apasionado romance con el boxeador para fugarse con un exitoso escritor al que rescata del alcoholismo.
Pero Mojado no se rinde: con el dinero que como único heredero de la fortuna de Hipólito recibe, se encarga de hacer ricos a su entrenador Isabelito y a la viuda de su amigo el Cholo; también levanta una fundación para niños desvalidos y se pone sobre los hombros el asilo para indigentes que desde hace tiempo mantiene en pie con mucha dificultad uno de sus tantos amigos, el ex boxeador ‘Artillero’ Ramsay. No conserva un solo centavo para él.
Y así, un poco a los tumbos pero fiel a sí mismo y dispuesto a dejar de respirar antes que doblegarse en el ring o en la vida, Mojado continúa dando lucha por lo que cree y por lo que ama, sin meditarlo, sin alardear, pero también sin flaquear, porque sabe que en un mundo de duros, el más duro de todos es él.

Numeritos:

1- La idea inicial de la dupla Wood – Vogt al iniciar Mojado fue despegarse del encasillamiento como infalible dúo cómico (Mi Novia y Yo, Pepe Sánchez e innumerable cantidad de historietas autoconclusivas por el estilo). Jamás calcularon, eso sí, que el proyecto se prolongaría durante tanto tiempo: poco menos de ciento cincuenta episodios en trece años, entre 1984 y 1997.
2- Para cumplir con la periodicidad exigida por Mojado, Carlos Vogt debió abandonar una de sus series más queridas y exitosas dentro de la revista Intervalo, Cuentos de Almejas.
3- De tanto en tanto –y especialmente en los últimos años-, Manuel Morini (a) Gustavo Amézaga y Armando Fernández tuvieron la responsabilidad de cubrir con muchísima solvencia los baches que dejaba Robin Wood al no enviar a Editorial Columba nuevas historias de Mojado.
4- Al tiempo que Wood y Vogt habían comenzado a esbozar el final de la serie, la posibilidad de redondearla, se produjeron los cambios en la cúpula de la editorial que precipitaron la decadencia y el cierre de la misma. Así que nos quedamos con las ganas de ver a Mojado unificando los tres títulos… Igual, no cuesta nada imaginarlo.














Ariel Avilez

(Agradecemos al Maestro Carlos Vogt por la data proporcionada y al Grupo Woodiana por las imágenes)


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